AYUNO

¿Conoces la cura de savia y zumo de limón?

Belén Alvarez

7/31/20245 min read

La cura del sirope de savia y zumo de limón.

Hace mucho tiempo llegó a mis manos un librito muy pequeño y fino llamado “La cura de sirope de savia y zumo de limón” de Stanley Burroghs. Lo leí en una tarde, y cuando cerré el libro pensé que aquello era increíble e inalcanzable para mí. Por una parte, intuía lo valioso que podría ser. Por otra, lo veía como una mera propaganda. Aun así, algo en mi interior quería que investigase sobre el tema. En el libro se decía que se podían estar 10, 15 o más días sin comer nada de nada. Solo tomando líquidos. Que se hacía una limpieza integral del organismo. Y que esa limpieza no se limitaba solo al cuerpo… también la mente y el espíritu. La voz del libro hablaba de sanación, de curar enfermedades, dolencias. Parecía un proceso muy hermoso y duro a la vez. Pero no conocía el producto, ni sabía dónde lo podía encontrar.

Pasó casi un año desde que leyera aquella pequeña guía de salud. Un día entré en un herbolario y mientras esperaba a que me atendieran, la dependienta atendía a un chico que pedía un bote de sirope de savia. Abrí los ojos como platos pensando que iba a conocer a la primera persona que hacía esta cura.

Cuando él se fue, le pregunte a la mujer sobre el tema y ella me contó que el chico en cuestión era deportista y llevaba 25 días ayunando con el sirope. ¡¡25 días!! No me lo podía creer. Además, se estaba preparando físicamente para correr la vuelta ciclista a España y necesitaba estar en forma. ¿Pero cómo puede mantenerse en pie? Ella se rió y me animó a leer de nuevo el libro y a probarlo en mi misma.

Esa misma tarde compré dos latas de sirope de savia.

Y así fue como de nuevo introduje a Stanley Burroughs en mi vida. Y desde entonces está presente. Este hawaiano logró abrir en mí una puerta a un mundo lleno de posibilidades.

De algún modo fue un acto heroico aquella mañana de primavera que empecé la terapia bebiendo un litro de agua y sal, como limpieza previa al ayuno. Desde luego esto no era estrictamente necesario, pero lo hice. Vomité, tuve diarrea, me sentí fatal los primeros días. Temblaba pensando que estaba loca haciendo eso y que iba a enfermar… o algo así. Estuve a punto de dejarlo todo. Casi sin darme cuenta, al tercer o cuarto día todo fue mejor. Dejó de dolerme la cabeza y me sentí más dinámica y ágil. Sentía que estaba limpiando mi cuerpo.

Fue muy curioso como lo viví entonces, tan llena de miedos y expectativas. Medía mis tomas como si fueran medicinas. Apuntaba todos los días mis logros, y como me sentía.

Tenía un diario que escribía se parecía mucho al diario de una toxicómana, en pleno proceso de desintoxicación.

Ni que decir tiene que nadie entendió que hiciera la cura. Mi marido pensó que algo raro me pasaba en la cabeza, pero lo aceptó. Mis padres, hermanos, familia, amigos, compañeros de trabajo, me miraban como si me hubiera vuelto loca. Nadie lo entendía… Bueno, al principio.

El apoyo mas grande lo tuve de mi hermana, que no solo lo comprendió, sino que, algunos meses después, se atrevió a hacerlo también.

Aguanté 10 días mas tres de recuperación. Al hacer esta cura perdí 5 kilos. Me quedé bastante delgada.

La experiencia me encantó, la piel y el cabello estaban radiantes. Mis articulaciones no me dolían, tampoco sentía los dolores de cada regla. En fin, me sentía muy bien.

La segunda vez decidí ir un poco más lejos. Objetivo: dejar de fumar.

Esta vez simplifiqué un poco el proceso de los laxantes. No tomé agua con sal. No me gustaba nada. Se me dio bien con las infusiones laxantes. No tuve nauseas, comprendí que en la limpieza anterior había limpiado mi hígado. En esta ocasión, y solo al principio, tenía solo un ligero dolor de cabeza.

Durante el proceso, no es problema dejar la adicción, por lo tanto, dejar de fumar no fue difícil. Lo realmente complicado fue mantenerme sin coger un cigarrillo.

Al terminar la cura, después de la primera comida sentí que las ganas volvían. Y con mucha fuerza. No tenía adicción física, lo sabía. Estaba limpia, pero mi adicción era psicológica y muy fuerte. Siempre tomaba café en la sobremesa. Ese día prescindí de ello. Fue un momento crítico, había una gran lucha interna por un cigarrillo. Sentí como me sudaban las palmas de la mano y también la frente. Me puse a temblar. Incluso recuerdo que tenía la lengua seca. Estuve una hora, mas o menos así. Pero al final pasó poco a poco la ansiedad. Y por ese día me pude olvidar del tabaco.

Al día siguiente, siempre, después de mi comida del mediodía volví a repetir el proceso, pero la ansiedad por fumar fue mucho menos fuerte. Y duró poco menos de un cuarto de hora. Luego todo pasó. Estaba orgullosa de haber resistido las ganas de bajar corriendo a cualquier bar para comprar una cajetilla de cigarrillos, o de pedir uno a cualquiera que pasara por la calle.

Qué alivio. Partir de ese momento me sentí libre, como si me hubieran quitado un grillete.

Mi autoestima ganó muchos puntos. Me sentía tan bien conmigo misma que pensé que todo esfuerzo había merecido la pena.

Nunca más he vuelto a fumar. Tengo que decir que fumaba desde los 14 años. Al principio no mucho, pero a partir de los 25 era una cajetilla diaria. Yo no quería fumar, pero me sentía incapaz de dejarlo.

No pasó mucho tiempo cuando pude comprobar que algunas personas que me criticaban y me llamaban loca, acudían a mí con sus problemas para que les explicara cómo hacer la cura. Era sorprendente comprobar también en los demás también el cambio, no solo físico sino también psicológico.

Poco a poco y con el paso de los años, “hacer el sirope” como familiarmente decimos, se convirtió en algo casi “rutinario”.

Sabía que no solo sanaba mi cuerpo, sino también lo hacía mi mente y espíritu. Y casi sin darme cuenta aprendí a cuidar de otras personas. En aquella época yo ya hacía pinitos con las plantas, la aromaterapia y también la nutrición. Me encantaba aprender.

Es curioso como el paso de los años te da una visión retrospectiva y amplia de quién eras o mejor dicho de la imagen tuya que en ese momento atrajiste a tu vida. Todos sufrimos infinidad de trasformaciones, tanto físicas como psicológicas. Primero en nuestra infancia, a través de nuestra familia, en nuestro entorno del colegio, con los amigos y adquirimos un complejo sistema de creencias que encajan en ese lugar, y época que nos tocó vivir.

Pero hay un momento en la vida en el que es necesario un cambio importante y aunque en ese momento no sabía verlo, ahora me doy cuenta de que la vida, el universo, Dios, o como cada uno quiera llamarlo, va dirigiendo nuestros pasos hacia un camino vinculado con nuestro propósito de vida. Y es realmente maravilloso comprobar cómo se puede ir cambiando de manera consciente este sistema de creencias que se va quedando obsoleto, en un deseo interno de encontrar el sentido verdadero de nuestra vida. Yo tuve uno de esos momentos con mi cura de ayuno. Y sigo en ese camino..